Buscar este blog

jueves, 16 de febrero de 2012

Me arrepiento de arrepentirme tanto :S:S:S



¿Quién no ha hecho el ridículo en su legítimo propósito de enamorar o retener a alguien? ¿Quién no ha protagonizado, siquiera una vez, un episodio sentimental entre cómico, patético y absurdo? Todos tenemos memorizada nuestra propia colección de huachaferías y torpezas. Todos sabemos muy internamente de qué bobadas conviene arrepentirse.

Ahora que ando solo, me gusta matar el tiempo examinando mi pasado, tratando de proyectarlo en mi cabeza como si fuera una película muda. Me resulta útil verme a mí mismo en cámara lenta, cuadro por cuadro, porque así puedo detectar cuándo y dónde fue exactamente que metí la pataza. Cierro los ojos, la película avanza en el ecran ficticio de mi cerebro y ahí estoy yo –siempre tan pavo, tan apresurado, tan kamikaze– sufriendo los estragos de mis más geniales estropicios amorosos.

Ese ejercicio puede sonar medio delirante pero me ha permitido reconocer que hay decenas de cosas de las que indudablemente me avergüenzo y arrepiento. Quizá ventilarlas aquí sea una manera de exorcizarlas.
Me arrepiento, por ejemplo, de haber abierto mi bocota para decir ‘te quiero’ tan repetida e indiscriminadamente. Hoy ya sé que es mejor dosificar esa expresión (pero, claro, la sabiduría –como dice García Márquez– llega cuando ya no nos sirve para nada). Me arrepiento también de haber querido ser el enamorado perfecto, el epítome de Kevin Arnold, el chico Fisher Price que busca a su chica Hello Kitty. Me arrepiento de haber compuesto, escrito, blogeado y masterizado poemas y coplas francamente horrendas. Me arrepiento de haber invertido en comidas y regalos infructuosos un dinero que me habría servido para otras cosas. Me arrepiento de haberme vuelto loco de celos. De haber interrogado a cualquier amigo en común de los dos, para saber algo de ella, y de haber pernoctado bajo un farol esperando verla salir para entregarle una carta. Me arrepiento de haber perdonado traiciones y, desde luego, de haberlas cometido.

Me arrepiento de haber regalado un peluche antes que un libro. Me arrepiento de haber aprendido de memoria varios temas de Alejandro Zans (Dios, lo dije). Me arrepiento de haber escrito más poemas de los estrictamente necesarios. Me arrepiento –cómo me arrepiento– de no haber hecho caso a algunas advertencias de mis amigos, cuyos consejos, por no convenirme, sobrestimé. Me arrepiento de haber querido impresionarla haciendo bromas demasiado estúpidas. Me arrepiento de haberme obsesionado con un par de causas perdidas y de haber querido forzar al destino a que juegue a mi favor.

Finalmente, me arrepiento de arrepentirme tanto, y sospecho que hay algo inútil detrás de estas 600 palabras. Uno siempre se repite, siempre vuelve a embarrarla y nunca –pero nunca– aprende la lección. Te castigas con grandilocuencia diciendo “pero cómo pude ser tan idiota de hacer eso”, pero en el fondo sabes que, tarde o temprano, si te enamoras, volverás a cometer toditas tus patinadas, una por una. Tu naturaleza así te lo demandará. Creo que arrepentirse no es un mecanismo para expiar una culpa. Arrepentirse es solo una manera de volver a equivocarse

Blogger news