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lunes, 10 de octubre de 2011

¿Cuándo sabes que una chica te gusta?... Nanno

Sabes que una chica te gusta cuando te pasa la voz para ir a tomar helados, y le dices que irás encantado, cuando bien es sabido entre los dilectos miembros de tu cada vez más reducido círculo de amistades que los helados te despiertan la misma letal indiferencia que, por ejemplo, la comidad vegetariana.

Sabes que una chica te gusta cuando le envías un mensaje de texto al celular y te pasas los siguientes minutos contemplando la pantalla de tu teléfono, esperando su respuesta, con una ansiedad solo comparable a la ansiedad que tuviste de Cachimbo, cuando –parapetado detrás de unas rejas– aguardabas nervioso los resultados (catastróficos) de tu examen de ingreso. Y de hecho sabes que ella te gusta cuando, al comprobar que su respuesta no llega, te empiezas a bombardear a ti mismo de mensajes de texto, con la única finalidad de comprobar que el sistema de telefonía móvil no se ha caído justo cuando más lo necesitas.

Sabes que una chica te atrae cuando, luego de oír de su boca una frase medianamente prometedora, empiezas a sonreírle a todo el mundo. Les das monedas a los mendigos en las esquinas; les compras caramelos a los huérfanos. Te sientes un hombre de bien porque a ella, aparentemente, le gustas. Apenas te ha dicho que “te quiere”, pero para ti esas dos palabras gozan de una potencia estereofónica sobre la que se erige tu autoestima y extraordinario buen humor. En vez de caminar por la calle, bailas. Te trepas en los postes como un Fred Astaire fuera de forma, saltas juntando los tacones en el aire, les pellizcas los cachetes a los niños gorditos y les cedes el asiento a las señoras en el carro. Pareces un mimo huevón que no tiene otra cosa que hacer que contagiar su estúpida felicidad a los demás.

Sabes que una chica te está volviendo un tanto loco cuando, en plena realizacion de un trabajo, cuando el caos de tu grupo está en su punto más álgido, cuando los chicos que trabajan contigo te revientan el teléfono para darte, responsablemente, todo el trabajo, y tú –hecho un huevas– no les contestas, porque estás navegando por Internet, leyendo la más inflamada poesía amorosa, sin quitarte los audífonos, a través de los cuales escuchas, una y otra vez, una canción tan formidablemente meliflua como “bendita tu luz” de Mana.


Sabes que una mujercita te gusta más de lo debido cuando te metes a su perfil del Facebook e inviertes horas de horas en escudriñar sus fotos, leer con detenimiento su perfil, y buscar algo de información útil sobre sus gustos, sus preferencias y, sobre todo, sus amigos. Tienes que contestar mails urgentes, tienes que diseñar páginas para la edición de tu blog, informarte a diario de lo que pasa en el mundo, tienes que prepararte para tus clases de la semana, y sin embargo estás ahí, atrofiado, mirando –pixel por pixel– la sonrisa estática de la chica que se te ha metido en el cerebro como un imperceptible virus africano.

Sabes que una chica te gusta cuando, antes de darle el encuentro, acaso intuyendo que existe una micro posibilidad de robarle un beso, te cepillas los dientes con inusual frenesí, repasándote una y otra vez el hilo dental por los escondrijos más inaccesibles de tu boca (ahí, entre la endodoncia y la caries), y sorbiendo verdaderos ‘shots’ de Listerine para evitar que ella perciba el más mínimo rastro del olor de la pantagruélica Chita al Ajo arrebozada que te empujaste a la hora del almuerzo.

También sabes que una mujer te gusta cuando te levantas por la mañana y es en ella en lo primero que piensas. Y mientras te desperezas evocas su nombre, y al pronunciarlo te da la impresión de que se trata del nombre más bonito del mundo. No importa que sea Gertrudis, Josefa, Ruperta o Teófila. Cuando alguien te gusta, su nombre rezuma, hiede y expele una extraña belleza etimológica.

Sabes que una chica te gusta cuando, haciendo menoscabo de tus ideas y convicciones supuestamente más arraigadas, empiezas a torcer tus opiniones con tal de calzar en el imaginario que ella va delineando en sus conversaciones. Si ella dice que le gusta el campo más que el mar, pues a ti, de pronto, también te gusta (aunque odies a los mosquitos, aunque tengas alergia al polen y aunque el contacto con las plantas te saque roncha).
Sabes que te gusta una chica cuando empiezas a considerar que la colombiana Shakira no canta tan mal después de todo, porque una de sus canciones era la que sonaba de fondo en el primer encuentro que tuvieron, mientras tu le decias todo lo que sentias por ella.

Sabes que te encanta cuando has quedado con ella en encontrarte en un lugar a las, digamos, 4 de la tarde, y todo el puto día se te pasa lentísimo. Miras el reloj compulsivamente, haciendo fuerza mental para que el minutero se mueva a mayor velocidad. La expectativa te mantiene intranquilo, inquieto. El tiempo avanza como una procesión. A falta de solo una hora para las 4 de la tarde simplemente ya no puedes más con tu alma. Será la hora más larga de las muchas que has vivido y de las muchas que te tocará vivir.
Sabes que te gusta alguien cuando te importan una mierda las tradicionales pichangas de fulbito de los miércoles, las inter diarias charlas nocturnas con tu buen amigo del colegio, o todo lo que antes ocupaba tu tiempo libre. Ahora solo quieres estar al lado de ella. Y si uno de tus mejores amigos te llama al celular porque necesita ayuda, y al hacerlo interrumpe un momento íntimo, pues lo mandas al carajo sin la menor culpa. Y si tú mismo organizas una esperada reunión de patas que no se ven hace lustros, pues la desbaratas si ella te llama para sugerirte hacer algo juntos.

Sabes que una chica te gusta cuando crees que Tacna es una mejor ciudad solo porque ella vive ahí. Tú –que siempre despotricaste contra el tráfico, el frío, el cielo color cemento barato, la basura, la gente mañosa y cínica– ahora estás fascinado con vivir aquí, y no pasas una noche sin agradecerle a Dios (de quien te has vuelto un hincha acérrimo) por haberte permitido nacer en estas hermosas latitudes geográficas.

Sabes que una chica te interesa cuando, a pesar de tus 17 años y de tu retórica experiencia en estas lides, asumes con ella el correoso comportamiento de un niño, y dejas de ser un hombre aplomado que se mueve con talento para convertirte en un alfeñique carcomido por las dudas.
Por último, sabes que una chica te gusta un montón cuando pierdes cerca de dos horas en elaborar una pormenorizada lista de situaciones que te demuestran que te gusta. Escribes un texto sobre eso y lo cuelgas en tu blog, cruzando los dedos para que ella lo lea pronto, se emocione, se encabrite y te pegue un telefonazo (o te ponga siquiera un mail) para decirte cuánto le gustas tú.
Pregunta obligatoria para los lectores: ¿cuándo saben ustedes que alguien les gusta? Quizá sus indicadores sean más precisos que los míos.

Siento que ultimamente he olvidado la finalidad del blog, creo que retomare aquellas tardes de ocio para escribir un capitulo mas de su novela virtual "COMO LA VIDA MISMA", me quede en la cuarta, de las seis propuestas, pero aun no creo poder terminarlas.
Siento que si las escribo ahora van a perder toda la veracidad del caso, asi que proximamente se viene la QUINTA SESION.

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