[POST RETRASADO - FECHA ORIGINAL 03-06-12]
Es Domingo por la mañana y estoy tumbado en mi cama con 39 de fiebre. Mi cuerpo no ha soportado el maldito fin de semana y ha caído, abatido, extenuado, viejo al fin, presa de un catarro y de unos malditos escalofríos que son como electroshocks de mediano voltaje.
No solo me tortura el dolor de cabeza, sino también el resfriado, que se manifiesta con esa minúscula pero profusa catarata de mocos que fluye al interior de mi nariz y que trato de contener infructuosamente con perecibles pelotitas de papel higiénico.
Lo peor es que, como soy alérgico a casi todas las medicinas, y con la recomendacion del doctor solo puedo tomar tabletas de Panadol, cuyo sencillo compuesto generico no le hace ni cosquillas a esta puta fiebre otoñal. Y para empeorar toda la situación me dan los resultados de mi ultima análisis de sangre, francamente es mejor no hablar de ello.
No sé si lo que más me molesta es el resquebrajamiento temporal de mi salud, o esta sensación de absoluta inutilidad y dependencia. Refundido sobre el colchón, soy un completo cero a la izquierda. Si no fuera por mi mamá –que cada dos horas viene desde la cocina trayéndome un té con limón y paños de agua fría– sería hombre muerto.
Por si fuera poco, no solo estoy enfermo, sino también adolorido. Hace dos días se me ocurrió jugar fulbito con unos amigos del Cole, hice un movimiento de pierna algo grotesca, y me realice "nose como francamente, un corte en un ligamento". Inmediatamente sentí una aguijoneada en pierna y en el pie derecho. Pensé que se trataba de un típico mal movimiento, nada serio, quizá un ‘aire’, como les gusta decir a las mamás. Al día siguiente, sábado, no pude soportar más las punzadas y volé a la consulta de la doctora, junto a mi madre. La doctora que me revisó en una camilla de Emergencia no tuvo ninguna duda al momento de darme su frío diagnóstico: “uy, hijo, tienes una fisura de cuidado en tu pie derecho, tienes que pasar dos días en total reposo”.
No sé ustedes, pero yo relaciono la palabra ‘fisura’ con aquel viejito achacoso y reumático que salía en la propaganda de Dencorub hace años y que, para probar su vigencia atlética, le zampaba una nalgada a la enfermera cuando pasaba delante de su silla de ruedas.
Cuando la doctora me explicó la naturaleza de la lesión, me sentí viejísimo, acabado. ¿Yo? ¿Fisura? Imposible, pensé. Tanto me costó asumirlo que le mentí a la doctora acerca de los cuidados que tomaría para evitar un recrudecimiento. Le prometí aplicarme la pomada que me recetó y refugiarme todo el fin de semana en la tranquilidad de mi habitación. Por dentro, claro, sabía perfectamente que no iba a obedecer un ápice de sus instrucciones.
Cuando regresé a casa, mi hermana me interrogó: “¿y qué te dijo la doctora? Seguro que tienes que quedarte en cama”. “No, no es nada, una cosa muscular, nada más”, mentí otra vez.
Llegó el sábado por la tarde, me fui muy de prisa de mi casa con destino a la Parro, forcejeé tratando de soterrar los rigores de la fisura, me mentalicé dándome ánimos, repitiendo en voz alta que no era ningún viejito de mierda, e hice todo lo contrario de lo que sugería la señora doctora. Hice algunas dinamicas, corrí, hice todo con total regularidad, de un lado a otro ahí nomas –¡crack!– sentí que mi pierna se partía como si fuera una galleta de vainilla.
“Auuuu, carajo”, grité, cerrando los ojos sin poder reincorporarme, ante la mirada desconcertada de Patty y de la gente que estaba alrededor, que no entendía en qué diablos consistía ese nuevo y extraño comportamiento dentro de mi grupo. Un despistado taradin, creyendo que yo solo me encontraba bromeando no tuvo mas idea que imitarme, quedándose el de rodillas a mi lado, moviendo los hombros y sonriendo como un tarado. El individuo se demoró un largo minuto en percatarse de que lo que me tenía ahí, en cuclillas sobre el cemento, no era precisamente hacerlaes una jodida broma como siempre, sino era e maldito dolor de la jodida Fisura.
Al final logré recuperar mi estabilidad y, doblado, en ángulo de noventa grados, chillando de dolor y de vergüenza, fui hasta donde estaban mis amigos para suplicarles que me llevaran de inmediato a mi casa.
Fue gracias a esa osadía estupida de no hacer caso a las sugerencias de la doctora que ahora estoy aquí, tieso, macilento, vendado, soportando los hincones de la contractura y la calentura inmisericorde de la fiebre.
Es en momentos como estos que le reclamo a la vida una novia, una chica que me engría, que me cuide, que me provea de mimos y que me tome la temperatura, y se quede a mi lado leyendo revistas, mientras yo me recupero.
Aunque, claro, tal vez no sea una buena idea del todo, considerando que también en la enfermedad los novios se las arreglan para ejercer uno de sus pasatiempos favoritos: discutir.
Si es uno el que está enfermo, reclamará hasta el chantaje sentimental que la pareja permanezca al filo de la cama y se olvide de sus planes de diversión. Por el contrario, si es el otro el que cae constipado, uno tratará de hacerle entender que su estado, por muy delicado que sea, no puede recortar la libertad de nadie. En ambos casos, uno siempre exagerará su postura para ganar la pulseada y promoverá maquiavélicamente una gresca para hacer sentir mal al otro.
No se porque estos casos ya me parecen tan comunes, el devenir de mis amigos se encuentran en ellos, tales son las oportunidades que ellos ya saben como actuar, dichas perturbaciones sentimentales por parte de sus novias son:
–“Si quieres anda y diviértete con tus amigas, cof, cof (tos de mentira). No te preocupes por mí. Me quedaré aquí, aburrido, postrado en el lecho del dolor, viendo entre sueños la escuálida cara de la muerte”.
–“Ay, amor, no seas trágico. Hoy es mi fiesta de fin de ciclo. No puedo dejar de ir. El plan era ir contigo pero no puedes. Además, me he quedado contigo desde la mañana”.
–“Está bien, anda, yo no te retengo, pero que conste ah. Cuando tú estés enferma y mis patas organicen una encerrona, yo no me quedo contigo ni a palos”
–“Pero no vas a comparar, pues, gordo. una fiesta que estaba planeado desde hace meses, en cambio los malogrados de tus amigos se reúnen todos los fines de semana. No seas egoísta”
–“¿Perdón, dijiste ‘malogrados’? ¿Por qué hablas así de mis amigos ah? Sabes qué, ya, anda nomás con las aguantaditas esas de tus amigas. Déjame aquí, enfermo, yo me las arreglo”
–“Está bien, me voy” (con portazo de puerta)
–“¡¡¡Chau, vete, miserable, y ni siquiera se te ocurra llamarme para ver cómo estoy. Y ojalá que se pudran todos en esa fiesta de medio pelo!!!!”
Polémicas como esa se desatan entre los novios cuando uno de los dos cae infectado por un virus. A pesar de esa posibilidad, qué bien me caería en estos momentos una enamorada que se la juegue por mí.
Uno de los argumentos que más utiliza mi mamá cuando quiere convencerme de que tengo que encontrar una mujer que me ayude a centrarme en la vida, precisamente con ese punto. “Un hombre siempre tiene que tener a una mujer a su lado. El hombre protege, pero la mujer es la que cuida”, me dice mi mami, mientras me alcanza otra taza de té con limón, y me unta Mentholatum en los bordes de la nariz como cuando era niño.
Ella me habla, y en sus ojos parece proyectarse una de esas escenas del pasado donde ella, esposa abnegada y servicial, cuidaba a mi papá. “Me haces acordar a tu papá, que era un inútil cuando se resfriaba”, me dice, riéndose, y yo me río con ella y juntos nos ponemos alegremente tristes.
Cuando estás enfermo y tienes novia también puedes beneficiarte intercambiando información sobre el modo en que ella aliviaba sus males cuando era niña. Con la novia compartes e intercambias útiles remedios caseros, medicinas domésticas, tradiciones de familia, impagables secretos de las abuelas.
Ahora, con la lap top de mi hermana sobre las rodillas, me meto al Messenger y encuentro a Majo, una linda chica, amiga de la infancia que hoy se encuentra en arequipa estudiando y que se ha compadecido de mí a través del chat. Le digo que estoy enfermo, con fiebre y malestar, y me sugiere tomar un ‘Huaracazo’.
–¿Qué es eso, Majo, acaso me quieres envenenar?
–Ja, no seas tonto. Es un remedio infalible. Dos cucharadas de pisco, una de miel de abeja, un limón exprimido y agua caliente. Ya vas a ver. Varias generaciones de mi familia se han quitado la gripe con eso.
–Mil gracias, amiga, eres oficialmente mi enfermera on line
–Qué buena. Te prometo que en carnavales me disfrazo de eso: enfermera on line. Ja, ja, ja. Mejórate, chico, un beso y no te calatees pues.
Efectivamente, el ‘Huaracazo’ de Majo palió los síntomas más bravos de la gripe. Pero aún sigo tumbado en mi cama, con un dolor por la Fisura que –para decirlo bíblicamente– me hace ver a Judas en traje de Adán.
Me siento débil. Hace tiempo que no añoraba tanto la compañía de alguien. Espero recuperarme pronto y levantarme de esta cama de porquería y volver a trabajar.
Ojalá que la próxima vez que la enfermedad me tumbe, haya alguien al costado que me acurruque, que me haga piojito en la cabeza; que me rasque la espalda ahí donde mi brazo no llega; que me aplique delicados masajes; que resuelva crucigramas conmigo; que compre películas (aunque sea piratas) y se siente a verlas sin miedo de que la contagie; y que así, con todo su desinteresado afecto, evite que me ponga a escribir textos desesperadamente patéticos como este. JAJAJA debería estar muerto creo yo, pero lamentablemente la vida no me quiere dar soluciones tan fáciles, es hora de zafar, no tengo mas opciones, me he metido en demasiados conflictos, así como he visto a judas con el implacable dolor, en la vida real vi a un judas que me causo mas dolor que una patada en la webos, ahora me encuentro solo, pero creo que en el fondo necesitaba tiempo para pensar muchas cosas, y aun necesito mucho mas, siempre con muchos conflictos todos y yo siempre ahí tratando de ayudar a los demás, pero nunca me preocupe por solucionar mi conflictos.
Es Domingo por la mañana y estoy tumbado en mi cama con 39 de fiebre. Mi cuerpo no ha soportado el maldito fin de semana y ha caído, abatido, extenuado, viejo al fin, presa de un catarro y de unos malditos escalofríos que son como electroshocks de mediano voltaje.
No solo me tortura el dolor de cabeza, sino también el resfriado, que se manifiesta con esa minúscula pero profusa catarata de mocos que fluye al interior de mi nariz y que trato de contener infructuosamente con perecibles pelotitas de papel higiénico.
Lo peor es que, como soy alérgico a casi todas las medicinas, y con la recomendacion del doctor solo puedo tomar tabletas de Panadol, cuyo sencillo compuesto generico no le hace ni cosquillas a esta puta fiebre otoñal. Y para empeorar toda la situación me dan los resultados de mi ultima análisis de sangre, francamente es mejor no hablar de ello.
No sé si lo que más me molesta es el resquebrajamiento temporal de mi salud, o esta sensación de absoluta inutilidad y dependencia. Refundido sobre el colchón, soy un completo cero a la izquierda. Si no fuera por mi mamá –que cada dos horas viene desde la cocina trayéndome un té con limón y paños de agua fría– sería hombre muerto.
Por si fuera poco, no solo estoy enfermo, sino también adolorido. Hace dos días se me ocurrió jugar fulbito con unos amigos del Cole, hice un movimiento de pierna algo grotesca, y me realice "nose como francamente, un corte en un ligamento". Inmediatamente sentí una aguijoneada en pierna y en el pie derecho. Pensé que se trataba de un típico mal movimiento, nada serio, quizá un ‘aire’, como les gusta decir a las mamás. Al día siguiente, sábado, no pude soportar más las punzadas y volé a la consulta de la doctora, junto a mi madre. La doctora que me revisó en una camilla de Emergencia no tuvo ninguna duda al momento de darme su frío diagnóstico: “uy, hijo, tienes una fisura de cuidado en tu pie derecho, tienes que pasar dos días en total reposo”.
No sé ustedes, pero yo relaciono la palabra ‘fisura’ con aquel viejito achacoso y reumático que salía en la propaganda de Dencorub hace años y que, para probar su vigencia atlética, le zampaba una nalgada a la enfermera cuando pasaba delante de su silla de ruedas.
Cuando la doctora me explicó la naturaleza de la lesión, me sentí viejísimo, acabado. ¿Yo? ¿Fisura? Imposible, pensé. Tanto me costó asumirlo que le mentí a la doctora acerca de los cuidados que tomaría para evitar un recrudecimiento. Le prometí aplicarme la pomada que me recetó y refugiarme todo el fin de semana en la tranquilidad de mi habitación. Por dentro, claro, sabía perfectamente que no iba a obedecer un ápice de sus instrucciones.
Cuando regresé a casa, mi hermana me interrogó: “¿y qué te dijo la doctora? Seguro que tienes que quedarte en cama”. “No, no es nada, una cosa muscular, nada más”, mentí otra vez.
Llegó el sábado por la tarde, me fui muy de prisa de mi casa con destino a la Parro, forcejeé tratando de soterrar los rigores de la fisura, me mentalicé dándome ánimos, repitiendo en voz alta que no era ningún viejito de mierda, e hice todo lo contrario de lo que sugería la señora doctora. Hice algunas dinamicas, corrí, hice todo con total regularidad, de un lado a otro ahí nomas –¡crack!– sentí que mi pierna se partía como si fuera una galleta de vainilla.
“Auuuu, carajo”, grité, cerrando los ojos sin poder reincorporarme, ante la mirada desconcertada de Patty y de la gente que estaba alrededor, que no entendía en qué diablos consistía ese nuevo y extraño comportamiento dentro de mi grupo. Un despistado taradin, creyendo que yo solo me encontraba bromeando no tuvo mas idea que imitarme, quedándose el de rodillas a mi lado, moviendo los hombros y sonriendo como un tarado. El individuo se demoró un largo minuto en percatarse de que lo que me tenía ahí, en cuclillas sobre el cemento, no era precisamente hacerlaes una jodida broma como siempre, sino era e maldito dolor de la jodida Fisura.
Al final logré recuperar mi estabilidad y, doblado, en ángulo de noventa grados, chillando de dolor y de vergüenza, fui hasta donde estaban mis amigos para suplicarles que me llevaran de inmediato a mi casa.
Fue gracias a esa osadía estupida de no hacer caso a las sugerencias de la doctora que ahora estoy aquí, tieso, macilento, vendado, soportando los hincones de la contractura y la calentura inmisericorde de la fiebre.
Es en momentos como estos que le reclamo a la vida una novia, una chica que me engría, que me cuide, que me provea de mimos y que me tome la temperatura, y se quede a mi lado leyendo revistas, mientras yo me recupero.
Aunque, claro, tal vez no sea una buena idea del todo, considerando que también en la enfermedad los novios se las arreglan para ejercer uno de sus pasatiempos favoritos: discutir.
Si es uno el que está enfermo, reclamará hasta el chantaje sentimental que la pareja permanezca al filo de la cama y se olvide de sus planes de diversión. Por el contrario, si es el otro el que cae constipado, uno tratará de hacerle entender que su estado, por muy delicado que sea, no puede recortar la libertad de nadie. En ambos casos, uno siempre exagerará su postura para ganar la pulseada y promoverá maquiavélicamente una gresca para hacer sentir mal al otro.
No se porque estos casos ya me parecen tan comunes, el devenir de mis amigos se encuentran en ellos, tales son las oportunidades que ellos ya saben como actuar, dichas perturbaciones sentimentales por parte de sus novias son:
–“Si quieres anda y diviértete con tus amigas, cof, cof (tos de mentira). No te preocupes por mí. Me quedaré aquí, aburrido, postrado en el lecho del dolor, viendo entre sueños la escuálida cara de la muerte”.
–“Ay, amor, no seas trágico. Hoy es mi fiesta de fin de ciclo. No puedo dejar de ir. El plan era ir contigo pero no puedes. Además, me he quedado contigo desde la mañana”.
–“Está bien, anda, yo no te retengo, pero que conste ah. Cuando tú estés enferma y mis patas organicen una encerrona, yo no me quedo contigo ni a palos”
–“Pero no vas a comparar, pues, gordo. una fiesta que estaba planeado desde hace meses, en cambio los malogrados de tus amigos se reúnen todos los fines de semana. No seas egoísta”
–“¿Perdón, dijiste ‘malogrados’? ¿Por qué hablas así de mis amigos ah? Sabes qué, ya, anda nomás con las aguantaditas esas de tus amigas. Déjame aquí, enfermo, yo me las arreglo”
–“Está bien, me voy” (con portazo de puerta)
–“¡¡¡Chau, vete, miserable, y ni siquiera se te ocurra llamarme para ver cómo estoy. Y ojalá que se pudran todos en esa fiesta de medio pelo!!!!”
Polémicas como esa se desatan entre los novios cuando uno de los dos cae infectado por un virus. A pesar de esa posibilidad, qué bien me caería en estos momentos una enamorada que se la juegue por mí.
Uno de los argumentos que más utiliza mi mamá cuando quiere convencerme de que tengo que encontrar una mujer que me ayude a centrarme en la vida, precisamente con ese punto. “Un hombre siempre tiene que tener a una mujer a su lado. El hombre protege, pero la mujer es la que cuida”, me dice mi mami, mientras me alcanza otra taza de té con limón, y me unta Mentholatum en los bordes de la nariz como cuando era niño.
Ella me habla, y en sus ojos parece proyectarse una de esas escenas del pasado donde ella, esposa abnegada y servicial, cuidaba a mi papá. “Me haces acordar a tu papá, que era un inútil cuando se resfriaba”, me dice, riéndose, y yo me río con ella y juntos nos ponemos alegremente tristes.
Cuando estás enfermo y tienes novia también puedes beneficiarte intercambiando información sobre el modo en que ella aliviaba sus males cuando era niña. Con la novia compartes e intercambias útiles remedios caseros, medicinas domésticas, tradiciones de familia, impagables secretos de las abuelas.
Ahora, con la lap top de mi hermana sobre las rodillas, me meto al Messenger y encuentro a Majo, una linda chica, amiga de la infancia que hoy se encuentra en arequipa estudiando y que se ha compadecido de mí a través del chat. Le digo que estoy enfermo, con fiebre y malestar, y me sugiere tomar un ‘Huaracazo’.
–¿Qué es eso, Majo, acaso me quieres envenenar?
–Ja, no seas tonto. Es un remedio infalible. Dos cucharadas de pisco, una de miel de abeja, un limón exprimido y agua caliente. Ya vas a ver. Varias generaciones de mi familia se han quitado la gripe con eso.
–Mil gracias, amiga, eres oficialmente mi enfermera on line
–Qué buena. Te prometo que en carnavales me disfrazo de eso: enfermera on line. Ja, ja, ja. Mejórate, chico, un beso y no te calatees pues.
Efectivamente, el ‘Huaracazo’ de Majo palió los síntomas más bravos de la gripe. Pero aún sigo tumbado en mi cama, con un dolor por la Fisura que –para decirlo bíblicamente– me hace ver a Judas en traje de Adán.
Me siento débil. Hace tiempo que no añoraba tanto la compañía de alguien. Espero recuperarme pronto y levantarme de esta cama de porquería y volver a trabajar.
Ojalá que la próxima vez que la enfermedad me tumbe, haya alguien al costado que me acurruque, que me haga piojito en la cabeza; que me rasque la espalda ahí donde mi brazo no llega; que me aplique delicados masajes; que resuelva crucigramas conmigo; que compre películas (aunque sea piratas) y se siente a verlas sin miedo de que la contagie; y que así, con todo su desinteresado afecto, evite que me ponga a escribir textos desesperadamente patéticos como este. JAJAJA debería estar muerto creo yo, pero lamentablemente la vida no me quiere dar soluciones tan fáciles, es hora de zafar, no tengo mas opciones, me he metido en demasiados conflictos, así como he visto a judas con el implacable dolor, en la vida real vi a un judas que me causo mas dolor que una patada en la webos, ahora me encuentro solo, pero creo que en el fondo necesitaba tiempo para pensar muchas cosas, y aun necesito mucho mas, siempre con muchos conflictos todos y yo siempre ahí tratando de ayudar a los demás, pero nunca me preocupe por solucionar mi conflictos.
Creo que es momento de arreglar todo lo que hice mal, todo aquello que hasta escondía de mi.