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Aquellos días luego de la primera sesión, fueron de tensión absoluta.pues sabia que tenia que continuar con la terapia.Mirase a donde mirase, todo lo que nanno veía eran señales de su inminente segunda sesión. Los nombres de las calles, las noticias de los diarios, las canciones en la radio. Todo le parecía un gran mensaje controlado por alguien que quería perturbarlo.
Aquellos días luego de la primera sesión, fueron de tensión absoluta.pues sabia que tenia que continuar con la terapia.Mirase a donde mirase, todo lo que nanno veía eran señales de su inminente segunda sesión. Los nombres de las calles, las noticias de los diarios, las canciones en la radio. Todo le parecía un gran mensaje controlado por alguien que quería perturbarlo.
Una tarde pasó por una tienda de electrodomésticos y en las decenas de pantallas de los televisores apiñados en la ventana aparecía, multiplicada, la publicidad de una persona que asistía a su cita con el psicólogo. Se quedó mirándola, como hechizado por la imagen dramatizada de la terapia. Casi al final del comercial, se escuchó al fondo la voz de un locutor en off lanzando una pregunta: “¿Qué? ¿No estás preparado para aceptarlo?” Nanno dio un paso para atrás. Miró a los lados, creyendo de pronto que se trataba de una cámara escondida. Cuando se dio cuenta, enterró la cabeza y siguió caminando, intentando disimular el susto. Fue demasiado.
Al día siguiente, el dia al que prolongo la sesión, nanno no se mostraba demasiado contento ya que la tarde anterior había recibido un mail, no fue un mail precisamente amable. Fuera del delicado asunto del estado de Anna su "ex-pareja", sole su amiga "la que le dedico el mail", no se anduvo con consideraciones. Le reprochó su actitud pendeja, egoísta, tachándolo de inmaduro y propinándole los más insultantes adjetivos que sabía. Imbécil fue el más suave.
Al momento del inicio de la sesión comprendió que nanno se había enamorado, no de Anna, sino de la historia con Anna. De la imposibilidad de estar con ella. pero en el momento que al fin era suya, todo empezaba a colorearse de un tono gris, pesado, típico, aburrido.Luego de arribar a esas certezas, se sintió mugroso. Pero lo aceptó.
Aceptó la mugre de sus dudas, de su cobardía, de su simpleza, y sintió un inmenso soplo de alivio en medio del corazón. Eso no pudo comprender en su momento, pero por que el bajón de no estar cerca de ella aun le dolía.
Era claro para avanzar tenia que absolver todas sus dudas respecto por que estaba así, comenzaba la sesión y la psicóloga pidió que nanno desenvolviera los sucesos pasados y ella luego le diría todos sus errores y le explicaría el porque de su tristeza .
Fue la conversación más dura de todas las conversaciones duras que él había tenido nunca. Todo lo que había ensayado lo olvidó de golpe y comenzó a balbucear sus deprimentes excusas. No quería seguir con esto. No se sentía bien. No lograba sentir lo mismo que al principio. No lo dijo así, pero lo insinuó. Algo se había quebrado y, aunque le costaba identificar qué cosa era, no parecía tener remedio.
Pero comenzó diciéndole como comenzó el festín de su desasosiego:
nanno.- “No estoy a la altura de lo que sientes por mí”, concluyó.
Anna se quebró al escucharlo. No lloró desconsoladamente. Es más, casi no lloró, pero en sus ojos, en sus facciones hubo de pronto una gran ausencia. Un apagón. Las palabras de nanno la impactaron tan hondo que, en vez de producirle una pena ruidosa, la conmocionaron en silencio. Sintió como si dentro de ella alguien hubiese lanzado una pedrada. Un golpe seco. Eso sintió. Eso y un leve mareo.
A su turno de anna , le hizo cien preguntas, pero a medida que las hacía se daba cuenta que no buscaba que nanno las respondiera. Eran preguntas que ella necesitaba hacer en voz alta pero que nadie podía contestar.
Anna.-¿En qué momento dejaste de sentir?
Anna.-¿Esto fue real?
Anna.-¿Por qué prometiste?
Anna.-¿Qué faltó?
Anna.-¿Por qué esperaste tanto para decirmelo?
Preguntas que anna había ido forjando a lo largo de la conversacion y que se habían quedado así, abiertas, detenidas, sin solución, como emblemas de una relación que en el fondo era eso: una suma de incógnitas.
De repente fue nanno el que se puso a llorar. Con la cabeza gacha y la voz entrecortada, cogió las manos de Anna, pidiéndole disculpas. Parecía un chiquillo buscando el perdón de su mamá.
Estuvieron así casi dos horas. La conversación era un laberinto: iba y volvía por diferentes intrincados lados. Al final fue ella la que se puso de pie y se marchó. Antes le rogó que no la llamara más, que no le escribiera, que desapareciera sin dejar rastro. “¿Estás segura de que es eso lo que quieres?”, consultó nanno, con los ojos acuosos. “Sí, por favor”, dijo ella, mirándolo con un resto de amor y de lástima.
Mientras la veía irse de su lado, nanno no pudo evitar sentirse un desgraciado. Sabía que acababa de producir un daño irreparable y albergar esa certeza era algo casi tan terrible como haber sido dañado. Quería a Anna, pero le llenaba de un absurdo pero concreto sentido de la responsabilidad que el tuvo el error por la decisión, o tal ver tenía razón: no estaba a la altura.
luego de lo acotado, solo vino la pura y asquerosa diplomacia que un paciente ejerce con una psicologa, ella solo atino a decirme webon en términos médicos, pero era algo obvio, pero no era algo que me agrado mucho, el poder asumir la responsabilidad de que "la habia cagado" en otras palabras, yo no quise o tal vez nunca me di tiempo de analizar lo que paso.
Esto fue todo lo que la psicóloga me pudo sacar en mi segunda sesión, tal vez a la siguiente resuelva mis conflictos internos "bipolaridad"= trastornos de personalidad."jaaaa". Pero por el momento mi causal deriva a solucionar este problema que me aqueja.