Te recuerdo como eras el último otoño.
Eras la
boina gris y el corazón en calma.
En tus
ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las
hojas caían en el agua de tu alma.
Pablo Neruda.
A veces suelo creer en el destino,
otras tantas en la casualidad; no obstante, estaba seguro de volvernos a
encontrar, R. No sabía cómo, ni cuando, simplemente lo presentía y eso bastaba.
Fue un Miércoles por la tarde, aun no terminaba mi trabajo de “Teoría del
delito”, cuando irrumpiste en la ventana del Messenger, con un Nick tonto, el
cual no pude decifrar: “boina gris “, dejo algo intrigado, lo busque por
google, para tratar de encontrar algún significado; era sin lugar a dudas, un
poema de Neruda, aun no conocía tu fascinación por él, Octavio paz, Benedetti,
Bueza, entre tantos. Solo eras una chica distante y dolorosa, con la que Salí
algún tiempo, tan lejana y sencilla, en un mundo aparte, y tan cercana en el
mundo de la red. Mi orgullo quebrantado me impedía hablarte; sin embargo; todo
mi ser me subyugaba a saludarte, pero mi ultra ego pudo mas, y no lo hice.
Al otro lado del monitor estas tu,
deprimida, desconsolada, necesitando un abrazo, un balazo, un amigo, alguien
con quien hablar, que te escuche, y que no busque tus labios a cambio. Hasta el
día de hoy, no sé si fui tu segundo plato, tu mejor elección, peor elección, o
el único que estaba disponible.
Escribiste un hola, con una carita
feliz, que disfrazaba tu tristeza, melancolía.
-¿Qué haces?
-Terminando un trabajo de “Teoría del
delito.”
-¿Que planes para mas tarde?
-Ver Tele y dormir.
-jajaja, que aburrido, ¿Quieres ir
a dar un vuelta?
-Seria genial, vamos por unas
hamburguesas y unas latas.
- No, mejor tomemos un café y unos
cigarrillos.
- Ya chévere, ¿A que hora?
-A las 7 pm, okas.
-Pero, ¿Y Gabriel?
-Terminamos, ¿Salimos o no?
-Esta bien, a las 7pm, ¿En el cruce
de las avenidas cerca de tu casa no?
-Si, me parece bien.
-Ya, okas te dejo, voy a terminar
mi trabajo.
Me desconecté, traté de parecer
relajado, no sé, si lo notaste, quizás algo sobreactuado. No iba a terminar mi
trabajo, mire mi reloj y salta a la ducha; una vez en el baño entré en el
clásico dilema existencial dejarme la diminuta barba, de la cual era presa o de
dejarla liza. Decidí, borrarlo del todo, escogí una de la camisa nueva que
había comprado, un pantalón negro, y esperaba impaciente, que el reloj avance
para ir a verte.
En cambio tu, no tenias prisa,
mirabas en el Messenger, otras opciones, para cancelarme con un: “ya, es tarde.
La dejamos para otra ocasión”, pero parecía ser, que nadie estaba disponible,
fuiste al baño, te lavaste la cara, te pusiste una ropa casual, volviste a
mirarte al espejo, Exclamaste : “ Ya vuelvo, madre, voy a la U.”
Llegue siete minutos antes, suelo
ser puntal, y los demás casi nunca los son conmigo; los minutos avanzaban y no
venias, cuando mire el reloj habían pasado diez minutos, temí que me hubieras
dejado plantado.
Me viste parado en esquina dando
vueltas, mirando mi reloj, reíste, sabias que llevaba minutos esperando, aun
así caminabas lento, mientras te arrepentías de haberme citado, cuando una
parte quería verme, me viste caminando, como abandonando el lugar, y entonces
te vi.
Al verla, me encontraba nervioso,
la miraba, y no era ella, lucía unas corrientes sandalias negras, unos jeans
del mismo color, y una polera gris para hacer contraste, tenias el cabello mas
negro que la noche, recogido y algo sucio, sabias que no estabas presentable,
pero no te importaba. Estábamos los dos juntos parados en una esquina, mudos,
atónitos, sin nada que decir.
Rompí la tensión diciendo “pensé
que no vendrías”; me miraste y dijiste “Siempre llego tarde, siempre”.
Caminamos, a paso lento. Caminamos por caminar, no sabíamos a dónde íbamos, parecía
ser inercia de nuestros cuerpos; compre tus cigarrillos preferidos, una Coca –
Cola y te pregunte si deseabas algo: “Un agua mineral está bien”- pronunciaste.
Caminamos, mientras me contabas lo
furiosa que estabas con tu madre, no la soportabas mas, habías discutido con
ella, aunque te sentías mal por eso. Nunca me contaste el porqué; quizás fue
por la noche que llegaste ebria a casa, tus constantes tardanzas, o por eso
chupetón en el cuello que no pudiste explicar.
Yo te hable de mis proyectos a
futuro, las miles de aventuras del verano que había terminado, de la pelea que
tuve con mi enamorada con la que a veces no sé si es mi enamorada o una
desconocida a la cual amo, como las había regado antes del día de los
enamorados, de los regalos que colecciono, creo que nunca los entregare
comente, también hablo de las fiestas en la casa de playa de René, de mis
amigos, de la universidad, y sobre todo creo que fue efecto dominó con mi enamorada, el
cual me confunde mucho, lo que te intereso. Luego ninguna de mis historias parecía sorprenderte te
parecían cotidianas; mi vida en conclusión, te parecía el remedo de la vida de
un chico normal.
Por extraño que nos parecía, de
alguna forma seguimos saliendo, pero no como las primeras veces, había algo
extraño, que nos conectaba. Causabas unas nuevas y extrañas sensaciones en mí.
Los Jueves de pronto, empezaron a ser días oficiales de caminatas sin sentido,
cigarrillos y unos cuantos cafés. Cierto día, me hablaste de Julio, tu mejor
amigo gay, y el único hombre en que confiabas, nos sentamos en un parque, que
me gusta creer que descubrimos juntos y cada vez que paso por ahí, aun me
recuerda a ti.
Había días que yo no podía dejar de
hablar, y tu querías caminar en silencio, otras no me dejabas hablar, y a veces
hablabas y yo no te escuchaba, porque cada vez que te oía, me sentía
decepcionado, no comprendía como una chica tan linda como tu, había “experimentado
todo” en su precoz adolescencia, que estaba terminando.
Me contaste acerca de Solange tu
mejor amiga, a la cual apreciabas mucho, y que una cierta tarde-noche, besaste
bajo la influencia de algunos estupefacientes, y podrías haber llegado a algo más,
si no fuera, por tu amigo incondicional Julio, me hablaste de Marco, tu primer
gran amor, quien había terminado contigo y te había dejado destrozada, de
Mauricio tu ultimo novio, y de los cuatros chicos que besaste en una noche.
A pesar de todo R, tenias algo que
no podía explicar, una tarde Otoño, sentados un parque después de haber
escuchado tus cientos de alocadas historias, me costó cerca de un mes y medio,
lo que a otros chicos les tomo menos de una noche, mientras mirábamos una tarde
anaranjada el cielo, me arme de valor, y pude besarte, me besaste, te mire, y reíste
nerviosa, después hice un comentario, acerca de tu cabello, y dejamos el tiempo
pasar.
Es mejor que nos hallemos lejos los dos, ya tu por tu camino y yo volviendo a seguir por el mio, todo esto que paso tal vez ni lo recuerdes, pero hay algo en ti que no puedo olvidar.