FECHA:
15-06-2011
Figúrate que el último viernes, después de haberte aburrido con
nuestra última charla sobre nosotros, encontré, al volver a casa, el atardecer
que mirabas desde tu ventana. Me acompañó un rato, y como todo lo fugaz,
desapareció. Después sobrevino la noche y otra vez éramos tú y yo caminando
cada uno por su lado en un tiempo imaginario.
Te hubieras visto, dulce como indiferente, luminosos tus
dominios cercados por tus pasos distraídos que tiñen de belleza tu distancia
natural. Un chorro de pileta desenfocaba el encuadre verdinoso de tus pasos.
Soy ciego en el detalle y los rostros, pero experto en distancias y siluetas. Y
ver un esbozo de ti a lo lejos, viejos ensueños, ligero recuerdo que no se
borra, hizo que apure el paso para que no escaparas.
Extrañamente, si no nos cruzamos los miércoles, nos vemos los
viernes. Estamos vetados los demás días. "Si los horarios no se cruzan, no
se cruzan", tú dices. Apenas cruzamos palabras, nerviosos, te miro un
poco, quizá mi deseo egoísta es que suspendan tu clase y conversemos en los
pastizales, con la cómoda excusa de esperar a tu amiga, para que te acompañe en
tu salida.
Que todo sea casualidad y nadie busque a nadie, solos nos
encontramos, como te dije una noche.
Husmeaste por la ventanilla de la biblioteca para comprobar
si aun se encontraba el encargado, luego fuiste a una de las computadoras para
ver si estaba libre. Pensaba que ya conocías los usos y costumbres de la
facultad, todo indicaba que no mucho. Era el tiempo muerto de tus martes;
esperabas que tu amiga saliera de sus clases dentro de la universidad, donde
lleva ya dos ciclos estancada con el mismo profesor.
Mi aterrizaje causó en ti un sustillo, sentí el chispazo de
tus hombros de sabor vainilla. Tu asombro fue tan natural que parecía
practicado incansables veces con los avezados que, me entero a veces, te
quieren besar.
Qué novedades, me pedías. Mis novedades desaparecen
inmediatamente si me las pides, no sé, me hago un manojo de nervios y recuerdo
detalles intrascendentes de mi vida de por sí aburrida. Tú me sorprendes
primero, me cuentas del extraño dolor de rodilla del que hablas poco para decir
demasiado.
Conversamos un poco de ello y siento que debo cambiar de
tema. Te pedí, casi obligué, que me acompañes a buscar los salones de estudio.
Debía presentar un trabajo ese día, me quedaba un cuarto de hora y no había
escrito nada. Era sobre el conflicto del que se vive en el VRAE, esos esbirros terroristas
cocaleros querían tomar el poder y quieren invadirla.
Me acompañaste a buscar el salón donde tenía que presentar mi
trabajo. Creo que en tu ciclo, el tema de los derechos aun no es cosa de
estudio, no te piden muchas lecturas (disculpa el prejuicio); sin embargo,
espero que te sirva el dato de los lugares para leer, estudiar, dormir y
pensar. Mi intención era que ese elefante blanco que es la facultad fuera para
ti menos inhóspita de lo que a primera vista parece: un Titanic de cemento
anclado al jardín.
Sólo que todavía no publican mi lista exacta de docentes. Era
la segunda semana de clases y no estaba la lista de los condenados docentes.
Maldije al decano. Volvimos, caminamos a lo largo de la sombra y llegamos al
sol que ardió molesto cuando nos vio pisarlo de vuelta. Pisar el sol a tu lado
y volver inmediatamente al fresco fue la rendición que disfrutamos.
Te sentaste cerca de las hierbas, allí donde toda la facultad
pasa apurada sin mirarnos, me sentía reconfortado en las perlas de tus ojos y
deslizado en la viva montura granate de tus antiparras. Esas lunas gigantes
reflejan mi cara, escudan tus ojos, tan negros y limpios que los miro más de lo
permitido. Te hubieras visto, ¿la luz del sol aprendió a rebotar en las sombras
o tú te iluminabas sola?
Y qué novedades, volviste a preguntar. Te conté que de venida
en el micro un aprendiz de "choro" me quiso robar el celular y terminé
dándole consejos, dos soles para su pasaje y un par de chistes de callejón.
También me pediste que te cuente el lío que hay en mi salón, porque siempre se
crean peleas en las matriculas, le dije que todo el mundo desea estar en la
mañana. La UPT es un fiasco total, no sé porque aun sigo estudiando, solo se
sobre el convenio que tengo con el Rector, ninguno tiene la razón, sólo los
abogados la tienen.
Te pregunté qué harías por estos días. Sólo hablamos de la
fiesta del miércoles en casa de tu amiga, que gracias a todas las divinidades es
amiga mía también, no había nada más que aclarar. Luego recuerdo el porqué no
te hable durante toda una semana, fueron aquellos post que vi en tu muro del Facebook.
Como no tienes que explicarme si sales con un chico o si otro te escribe desde
lejos, si ya se han visto, por qué aquel te llena la biografía del Facebook o
si por todo eso te odio secretamente y me engaño barnizándote con palabras
celestes. Me importan esos minutos que paso contigo y te siento mirar como yo
te miro, y ausculto en tus ojos, uno por vez. Es imposible mirar a los dos ojos
e intercalo, aprecio e intercalo, uno a uno. Cada farol tuyo queda marcado que
todavía lo recuerdo mirándome lejano tras las S escondidas de este texto.
De repente, escucho un redoble de tambores y un sonido
marcial, son las botas de tu amiga que se acerca. Tenemos que despedirnos. Yo
me voy, si hubiera sabido que tú te ibas a ir tan lejos, te hubiese escrito
antes y te hubiese perdonado mis disculpas, siento mucho todo esto, ya que tú te
vas a caminar sin pensar en mí.
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Esta historia aunque un poco atrasada, me permite rememorarte y decir que estarás
en mi mente hasta que otra persona me haga olvidarte, como tú lo hiciste de las
demás.